20.12.07

Magia esmeralda

En este mundo soy Dorothy clausurando el camino que lleva a Oz. Dejando el espacio de los sueños con los ojos abiertos, nunca saliendo del lugar de las amapolas y los jardines colgantes y enamorándome de la luna con zapatos de mujer.
Y mientras en este mundo empieza a llover, traes melodías y colores en armonías. Y me llevas a jugar con mis esperanzas mientras el agua se roba el labial rojo intenso rubí que escurre y me tiñe las manos y mientras el perfume de la tierra me hace cosquillas en alguna parte del pensamiento.
Le agradezco a la lluvia que su mal humor se haya esparcido, porque gracias a ella me inclino a besar tu agua que moja el pan del alma.

27.11.07

Terciopelo y Escarcha

Vestida de terciopelo, de vida, deja en silencio la noche, deja abierta la ventana y deja entrar la luz. Aparta las nubes frías, deja el mar tranquilo y las gotas de miel amarga. Quiere soñar que cuenta y una canción en madrugada porque, en su calma, sopla viento de escarcha.

12.11.07

En tanto Romanticismo y Transformación Cultural.

Vivimos en la era de la crisis de las significaciones ya que la sociedad moderna es incapaz de proporcionar un sentido a la vida. Se ha roto al pasado ya que la historia no rescata la tradición y no permite el surgimiento de formas culturales nuevas. Se ha perdido la práctica del pensamiento reflexivo y crítico que permita construir el futuro. Y se ha hecho necesario recuperar las dimensiones abandonadas del sentimiento y el amor, la creación, el arte y los valores como constructores de la cultura.

Entonces, ¿qué es lo que muere? En la cultura capitalista, la relación esencial de la obra, y del autor, con su público ya que el capitalismo como sistema económico de la modernidad, aprovecha el arte con el propósito de obtener una ganancia económica, convirtiendo todo en producto. En otras palabras, mueren (como plantea Castoriadis) las condiciones que favorecen un tipo de sociedad autónoma, libre.

La sociedad capitalista actual es la época del conformismo generalizado. No queremos ver que estamos frente a un panorama cultural chato que valora la trascendencia en tanto durabilidad y no en tanto relación a valores que posibiliten una sociedad que no esté enajenada. Estamos en una fase de atonía creativa. La era de la reproductibilidad técnica según Wlater Benjamin (hoy todos somos fotógrafos gracias a las cámaras digitales, todos hacemos música de moda gracias a las computadoras, todos hacemos... ?hacemos?), el retiro total de la belleza según Marcuse, Adorno y Horkheimer. Somos el análisis de la Escuela de Frankfurt (análisis hecho 50 años atrás).

La sociedad de hoy, moderna y capitalista, provoca, desde el punto de vista cultural, estructuras sociales de sentido estáticas y sin diálogo. En otras palabras, el sentido en esta sociedad es instituido y pasivamente aceptado porque es más fácil ver Gran Hermano que pensar. Es por esto que se hace necesario evitar la pérdida de memoria. De lo contrario, todo explota y se convierte en uno de los tantos discursos mass mediáticos (o en visita al museo).

Recobremos nuestra propia biografía ya que sino nos convertimos en sujetos que ven su realidad enlatada en algún producto mediático. Recomiendo a Ricardo Forster quien plantea que “Debemos recuperar la relación profunda con lo social, con la historia y la memoria, no en función de la obsecuencia o la museologización sino como la necesidad de poner en discusión absolutamente todo, de lanzarse al riesgo del pensamiento, a la aventura de la indagación. Un sujeto sin biografía es un sujeto maquinizado."

La creación y el arte todavía pueden ser percibidos de manera iluminadora si el pasado es rescatado en tanto creación y producción del presente. Es necesario producir una lectura que actualice, que refuncionalice, no que recicle. Es necesario hacer presente, para abrir a la indagación crítica del tiempo, a aquello que perteneció a otra época o a otro discurso, no en tanto reciclaje o vaciamiento de lo sustantivo, sino haciendo presente el pasado. En otras palabras, es necesario aprehender más que aprender. "Rescatar la memoria para actualizarla críticamente y si es necesario, para quebrarla. Una actitud frente al mundo."

2.11.07

Versal

Por la paz que antes respiré y por la luz que me inconforma. Ven cariño de sal, que el viento me ahoga. Ven nombre sin voz para ver el cielo encendido, furioso y el color rojo de la tierra. Rescatá tu luz y hacé tu mundo: viajá.
Son lágrimas y nada más. Son derrotas. También soy yo. En plenitud de tarde de otoño. En este baile de colores. Soy yo.

24.10.07

Sol y Madrugada

Me gusta representarte. Pensar en vos cuando te extraño.
Y vos, que existís a través de mis ojos, que sabes de mí por mí. ¿De qué te enamoraste?
¡Quiero irme! Para no estar mirando el suelo de hielo, o sintiéndome insegura ante la posibilidad de romperlo con la temperatura de mi fluir.
No quiero la razón del sueño... o del teatro en ruinas que ofrece mi imaginación. Te quiero a vos.
Quiero escucharte porque sino me lastiman los sonidos.
Abrazame. ¿Me abrazás?
Extendete hacia mí. Ayudame a variar el orden del tiempo, de la tarde, para que ya no quemen las canciones, ni el azar.
¡Ay! Me es imposible no sentir la presión de un tiempo que me recuerda la siempre-presente posibilidad de perderme en la profundidad de tus ojos azul negro.
Entonces, guiame, en la desesperación que nos transforma en acción, en ardor.
Brotá conmigo desde adentro, mirá conmigo donde sólo yo puedo mirar.
Quedate.

16.10.07

En cuanto lenguaje, en cuanto mundo. En cuanto necesidad.

(...)
La sublime sensación de la nostalgia que nos hiere por mundos perdidos, por las edades que se van, por los paisajes que quedaron atrás, por sentimientos que creamos para siempre y se mueren. La búsqueda de la flor, un viaje hacia adentro, hacia lo inconsciente, para hacer emerger ese nuevo tiempo. El destiempo.

8.10.07

¿Cuántas cosas sabés? ¿Cuánto pensás? ¿Y cuánto sabés? ¿Cuántas plazas conocés? O sólo cambias la flor por papel... ¿De cuánto viento te adueñas? ¿No sabés que viene y no va? ¿Cuántas veces me mirás? Si yo bailo en el mar.

Te pido que te quedes y me cantes. Que me rimes y me bailes con poesía de día nublado, de libros, de piel. Pero, mirá, la luna se está riendo.

Grítame, grítamelo fuerte. ¡Dale! A qué te sabe el calor, la humedad, Buenos Aires.

¿A qué?

Si te digo, ¿me crees?

28.9.07

Las fases de la imaginación

Me dibujan, me llaman y me crean. Me llenan de infancia, de inocencia, de sinceridad y de antiestética. Y en todo, aprendo lo inevitable de notar la diferencia entre el obrar y la pérdida de esa capacidad: la muerte. Me despintan y me convierto en un sinfín de insensibles formas virtuosas.

Sigan aplicando fórmulas simplistas...

Sigan en la indeterminación y en la evasión.

La vida cambia y mi discurso se proyecta en el viento, cambia las cosas, cambio yo misma pero no en potencia. Porque la potencia no genera otra cosa que potencia. El fracaso es lo que hace que un logro ilumine lugar y momento. En otras palabras, es la condición para la aventura. Lo intrasmisible. Mis colores que me dibujan, me llaman y me crean.

21.9.07

Cofre

Una hoja de otoño entre los árboles en silencio y yo me oculto en la ausencia de sonrisas.

Y mientras me sangran las manos por el sol, yo me dejo caer entre las horas, buscando perderme en el recuerdo de esa hoja que está por morir.

Ya seca, bailada, por el viento.

Y me siento...
...y se siente.

12.9.07

Venecitas de aire

La atmósfera del jardín me invita a parar un rato, a sentir el viento, a ser ingenua entre tanta violencia, a sentarme apoyando el cuerpo sobre las manos, a sentir el momento que danza con el viento, a cerrar los ojos, a ver cómo el calor derrite mi sueño, a dejar de coleccionar fechas, anécdotas, nombres, tus ojos, tus títulos, tus dones, tus tristezas o mi ideal de restitución emocional. Mi jardín me enseña a liberar el alma y qué maravilloso es el mundo en ese momento. Qué lindo es mi jardín. Amo mi jardín porque es el que me enseña las ganas de estar acostada, mordiendo el pasto hasta quedar verde, en un estado de completa liberación donde las flores abundaban. Me dan ganas de perderme, en tus ojos, en la combinación de toda suerte de colores, en el ritmo de una canción. ¡Siento el aroma de tantas flores! El efecto me deslumbra y no es transitorio. Cómo me gustaría verte y ver ante mis pies el pasto, alto y muy verde. Y yo me muevo con miedo, porque no quiero olvidar que colgamos de la primera plaza que veamos. En todo esto, algo me duele y siento cómo los ojos me tiran del pensamiento, cómo la tarde se muere en estrellas.

4.9.07

Sexta escencia

La suya era una charla de miradas: entre los dos se contaron miles de cuerpos y se narraron sonrisas sumergidas en su charla viva en el espacio. En él la luna vibraba de emoción. Mientras, ella se hacía la dormida escuchando cómo su cuento la acariciaba con el aliento y las palabras de sus ojos. Juntos escucharon las miradas dulces que expresaron lo que las palabras no supieron. Siempre en sus ojos, sin decir nada, susurrando infinitas historias que él disfrutaba contarle a ella. Y ella nunca cayó en la fatiga de escuchar sus cuentos de miradas recíprocas, sin espera, sin consuelo, sin pena. Juntos escucharon el cuento del viento sin saber dónde mirar. Solo se miraron a los ojos, ignorando guerras, teléfonos y cómo morir.

27.8.07

Cayendo

Estoy cayendo.
Ángel de la mente.
Podés
ver la caída
(me caigo).
Porque te sentís alto.
La caída del ángel.
Estoy soplando.
Yo estoy dentro de las sombras.

Cuando mirás la tierra.
Besas el cielo.

Dentro de tus sueños más profundos.
Yo te oigo, me llamás.
Tus miedos profundos.
Me ves cayendo.
Me caigo (cayendo).
La caída de un ángel,
Latiendo.

Podés ver la caída...
Sufriendo,
Fluyendo dentro.

De .
Cayéndote, levantándote
Fluyendo dentro,
A través tuyo.
Cuando lloro con la lluvia,
Mientras chocan los mares.

Y si la luna cruza al sol,
Sólo pierdo el aliento,
Sin nombre (estoy cayendo).
Y el color de la noche,
Y el sonido de mis pensamientos,
Y el pensar sin luz.
La caída del ángel (me ves, cayendo).
Los colores de la noche.

La luz acumulada,
entre nada, pero espacio.
El silencio de los colores de la noche.
Cayendo.
La caída de un ángel.
Mes ves cayendo.
Cayendo.
Me caigo.
Muy bien. En la luz.

El sonido,
El sonido,
El sonido,
El sonido,
Escucháme cayendo.
Conmigo.

24.8.07

Baudelaire y Mandarina

Sin tierra, sin suelo, sin nada, a la deriva en un lugar lleno de calles y de personas caminando por una calle cualquiera, desapareciendo y volviéndose a encontrar dos calles más arriba, con otros edificios observando otro sol y otra luna oculta, él dejó de sonreír cuando ya no pudo acordarse de su pueblo de calles curiosas para caminar ante los espejos en un enigma de luces.

Ya no pudo acordarse de los nombres de las calles, aunque sabía que musicalizaban algo así como “Soldadito de Plomo” y “Abracadabra”. Pero no los nombres exactos, ni los olores, ni los recuerdos porque en esta ciudad los nombres de las calles se le volvían rutina. Tampoco las manos de truco o embidos mentidos, las horas de mate amargo, las tardes que morían sobre las calles “Baudelaire y Mandarina”. En esas esquinas se había acostumbrado a encender la radio para sentir que estaba en su país con todas sus historias reales: la abuela, el olor a sopa en las paredes de la casa vieja, las nubes pulcras, el color del sol. Pero ahora, entre tantos edificios, baldosas, árboles pelados, más gente, más autos, más nada, él ya no pudo fabricarse mundos porque estos se le diluían como sueños. En la ciudad, su demencia se fundió con su ironía y de la secuencia de la charla salió menos que una reflexión. O, al menos, eso parece.

De cualquier modo que intentase, había sido digerido por el ritmo, por las historias copiadas en vez de reales, por el puterío de la ciudad. A él se le hizo imposible evitar sentirse vacío, diminuto y viejo entre los colectivos-monstruo que corrían por las avenidas mientras escupían su humo negro sobre la barba de los viejos. Fue allí, frente a la dama gris que bostezaba exhalando aliento a cigarrillo, cuando se dio cuenta que había perdido toda disposición para saturarse de los fantasmas de esa mañana. Se angustiaba por la gente que divagaba por las calles sin mirar para arriba o para abajo, solo para adelante mientras su vida avanza con bullicio, a ritmo de negocio, en forma de círculo.

Y así él caminó mientras todos caminaban. Sólo tenía que caminar. Unas cuantas calles para cruzarse con los chicos vomitados de las escuelas. Un giro a la izquierda para ver a las madres tocando bocina en doble fila, un giro a la derecha para ver el robo de un carterista, unas cuadras atrás, en el centro, para ver la resignación de los trabajadores. Arriba de él, el smog, la rapidez, el olor a comida de la calle, la niebla. Poco a poco, se fue ahogando y dejándose llevar hasta que su piel se llenó de olor a asfalto. En la ciudad aprendió, como todos, a mentir, coquetear, fingir, hacer sexo pero teniendo ropa puesta, olvidándose de cómo reírse de los que se pintan de oro y no tocan la tierra, de cómo era sentir su mente fría y el cuerpo caliente.

Era tanto el ruido, que ya no podía ni escuchar el canto de los árboles de la cuadra en la que estaba. Menos aún, pudo ya recordar el reflejo de la esquina redonda en la que alguna vez vivió. Entonces él fue aceptando el haberse dejado engañar por el escándalo y por la indignación (porque esa era ahora su reflexión sobre el dolor, sobre la culpa, sobre la soledad).

Finalmente, en una bocanada de humo se dejó perder en sus delirios prefiriendo esa (su) realidad antes que la de esa ciudad. Así pudo, tan solo dos calles más arriba, confundirse con ese (su otro) mundo para sentir que se veía (y volvía a) nacer sin esperar pronto esa otra muerte, esa otra bocanada y esa otra calle. Después de todo, al fin entendía que en cuerpo se hacía más flexibles, acoplándose a los caprichos del placer. No estaba apurado por no llegar, sino por escaparse de todos esos ojos expectantes, de él en ese mismo mundo.

En todo esto… en él… en nosotros… ¿A dónde vamos? A donde sea. Al momento antes del salto, al costado de las casas, los parques, las plazas, los teatros. Despierta, con otros ojos, no distintos. Otros, fijos, por un momento.

Aceptalo. Mi demencia y tu ironía se acercan con ternura porque de verdad estamos locos de seducción, prefiriendo nuestra soledad y silencio, la ausencia de razonamiento, nuestra demencia incurable. Esto es, para nosotros, lo que alimenta nuestro diálogo esporádico que llega hasta el final sin derrumbarse.

16.8.07

Cáscaras de vidrio

"Yo... Yo... no se muy bien, señor, ahora...
Por lo menos sé quién era cuando me levanté esta mañana,

pero me parece que he debido cambiar varias veces desde entonces."

Me digo que puedo sobrellevarlo todo con la mirada viva de Alicia y a mí parece bien. Alicia no es comparativa. Alicia no se compara a nada y a partir de ella mi principio nació bajo el sol, siempre delicioso. No me impresiona su beso sino su calidez. Lo que me sorprende es que no cierro los ojos para verlo. Debo estar delirando por los rayos del sol que me queman los ojos expuestos hasta deshidratarme el cuerpo, erosionándome, haciéndome arena.
Escucho su susurro por la ventana que resuena en mi cabeza como
un grito violento y me decido a jugar con su fuego por sentir el poder que no sé ver. Pero qué triste, si en este momento la luna esta ciega en su pedestal no puede ver cómo fantaseo con la realidad y creo mundos propios, donde nadie está invitado porque el tiempo transcurre con un ritmo distinto, donde las palabras son desprovistas de sentido, donde mis adivinanzas no tienen ni solución para el sombrerero. Entonces que mi tiempo no se mida, para que no haya ni día ni noche, solo una hora del té inacabable. ¡Que lo temporal exista en forma estática o en el reloj del conejo blanco!
Sigo sin entender para qué juego si me enojo. Si me clavo las
dagas que salen de mi boca directo en mi conciencia y en mi locura. No sé qué espero. Libertad. Amor. Quizás destino. Pero si a mi destino puedo encontrarlo sentado en una plaza. Será que me da más miedo el amor. Yo sigo buscando por dónde empezar de nuevo este juego. Pero ¿empezar qué? ¿Sin mí? ¿Sin vos? ¿Sin sentir que estoy delirando? Ese es mi destino, mi fortuna, mi libertad, mi amor.

12.8.07

sueloraízaguasaviahojaflorluzfruto

Nada frena los latidos y nada parece tener clausura porque mientras ella se siente atacada por los ladrones de recuerdos, él muerde estrofas de otoño para sentirse protegido por no creer en su defensa de horas asesinas de tiempo, y por no querer ver que, por lo menos, supo quién era ella cuando se levantó esa mañana.

7.8.07

Luna qué pretendés hacer

Se han amado con locura. Han amado a la locura hasta estrellar sus espinas en el corazón por aquello que nunca supieron guardar. Porque les era demasiado doloroso. Por no poder apoderarse de lo que nunca pudieron tener en sus brazos. Por ver en su mirada el reflejo de lo más horrible de su alma. Dime luna de plata qué pretendés hacer.

5.8.07

TacosAltos

Timbre.
Esquina.
Canción.
Saludo.
Colectivo.
Andén.
Puerta otra vez.
Charla.
Tiempo.
Espera.
Miedo.
Compañía.
Parada.
Vidrio.
Puerta otra vez.
Asiento.
Mesa.
Gente.
Humo.
Consumo.
Secuencia.
Hambre.
Del otro.
Puerta otra vez.
Calle.
Subte.
Sonrisa.
Mirada.
Pelea.
Te toco.
Frío.
Entrada.
Mesa otra vez.
Humedad.
Secreto.
Prohibido.
Sed.
Tres.
Te quiero.
Puerta otra vez.
Regreso.
No quiero.
Te debo.
Pelea.
Flirteo.
Aire.
Quedate.
Esquina otra vez.
Horas.
Noche.
Madrugada.
Potencia.
Sexo.
No puedo.
Puerta otra vez.
Frío.
Campera.
Manos.
Mirada.
Cíclope.
Cuerpo.
Silencio.
Silencio.Silencio. Silencio. Silencio. Silencio. Silencio. Silencio.
No hay otra vez.

2.8.07

Actancias

La cámara empezó a hablar. El giro concéntirco de la cinta sobre su eje emitió ese ruido metálico que produce cuando el fílmico empieza a correr sobre el tiempo. Él iba por primera vez al cine, a ver cine. Había escuchado qué eran las películas pero nunca había ido en serio al cine. Por eso se sorprendió con la sala vacía y espectante, las butacas de asientos que rechinan, las luces en los escalones, la sombra tenue de la sala, el color ámbar de las paredes y el olor a película. Pero lo que más le sorprendió fue la pantalla. Le habían hablado de la pantalla pero nunca se imaginó la variedad de posibilidades en potencia que emanaba. Sobre todo la pantalla.
Cuando la oscuridad reinó en la sala, el silencio permitió la entrada de las
imágenes. Él miró extasiado hasta vislumbrar cómo los movimientos que jugaban y se mostraban construían a una mujer hermosa. Ella era perfecta: su cuerpo de tez blanca bailaba semi desundo sobre el telón proyectado, con su pelo color tierra cayéndole sobre los hombros, sus ojos grandes, sensuales y su sonrisa. Todo hacía que su cuerpo dominase la escena. Y él estaba incluído. Se levantó alucinado ante la presencia de semejante diosa y caminó hacia la pantalla tratando de introducirse en ella para alcanzar la bidimensión de la imagen. Su ilusión.
Entonces estiró su mano y acarició la imagen hasta hacer contacto pero ella, en vez de sentirse halagada se sintió violada, arrancada por la tridimensionalidad del voyeur. Todo causó que ella se escapase hasta perderse en los rincones más insólitos de la sala. La desesperación y la cacería sumergió a los dos actantes en la narración de la pasión y así él fue tras ella hasta cortar el aire con su brazos. Solo de esa forma podía tenerla, robándole su escencia fílmica, su silueta devenida en
grises.
Pero lentamente la luz empezó a encenderse hasta violar el espacio y asesinar toda ilusión. La pantalla era otra vez blanca y él la había perdido. Ella desapareció. También lo hicieron la sala de cine,
las butacas, su ansiedad, el momento y la sensación prematura y perdida. La pantalla se había robado algo de su alma.
Así y todo volvió. Pero esta segunda vez el hombre ya no fue al cine sino para reiniciar la historia en la que se había perdido, encontrarse en ella y poder arrancarse de la misma. Bajó los escalones y se sentó fatigado en una butaca solitaria esperando que se apagase la luz una vez más. Sin embargo, esta vez se quedó profundamente dormido. Esta vez, él mató a su diosa que existió sólo para ser vista, enunciada, contada. Así, con cada título desgarrando al celuloide, la voz de la película, verdad imaginada, se calló fundida sobre un fondo negro.

29.7.07

Una y Otra vez

La muerte es inevitable, universal. Definitiva. Ella misma se dio cuenta, y un mes y medio antes se lo dijo a su mamá, haciéndole prometer que no se lo diría a nadie. Después de intentar varias operaciones de pulmón y de la pierna, era evidente que no se podía hacer nada. "Vino a hablar conmigo y me dijo que me iba a ayudar en cualquier decisión que tomara". El pediatra. Y durante los 17 días que duró la agonía no tuvo a otras personas que la asistieran.
Ya no más inyecciones, camas frías, paredes blancas, enfermeras inmaculadas, promesas incumplidas, colegios estructurantes, maestras interesadas, compañeros crueles, dibujos por conveniencia, llegadas tarde ocultadas, el silencio para evitar las preguntas, vínculos rotos, la familia. Ella no paraba de preguntar si estaba en casa. Esa era su obsesión. Estar en casa. Yo hoy no paro de echar sal en la herida. Y me pregunto... Me debería haber cerrado el corazón pero, a la inversa, hizo explotar las cenizas.
"Mientras le cantaba, como si me escuchara. Y después, me quedaba en silencio. Absorta. Abstraída. Le agarraba la mano y hacía cantar al conejo de peluche que le había regalado". Ese era el refugio. Eso se desintegró en una almohada que quedó empapada de sal. Y eso devino en una almohada empapada y ennegrecida por máscara de pestañas y preguntas en proceso. Hoy es una estatua blanca de tres pisos, con agua en armonía."No quiero volver al sanatorio". Y yo no quiero volver a dormir. O tal vez así sea y ahí está mi paz.
¿Pero cómo? Si nosotros no estábamos celosos, ¿por qué habían madres que movían la mirada? Y mientras una decisión se hacía universal, en esas jornadas no hubo ni día ni noche, solo un tiempo para abrazar, jugar, compartir música y pegar dibujos alegres. Mientras el oxígeno y los sedantes se hacían cada vez más frecuentes e impredecibles.
Los especialistas lograron establecer la dosis de calmante que le permitieran estar consciente pero sin sentir dolor. "Se ponía muy contenta cada vez que estaba yo... Y yo me ponía contenta al verla". De lo inminente de su fin sólo lo hablaba con su madre. "A mí me explicaba los sueños: un poco de tierra, gusanos, el bloqueo." Hasta hoy. Pero un chico puede hablar de la muerte y al instante estar jugando y riéndose. Olvidando. Será que las fechas son universales. Las flores son universales. Es universal. Las vidas pueden ser cortas. Aún los niños pueden vivir vidas completas y felices. Los niños. Es el recuerdo de unos días más allá de los muros de un hospital.

25.7.07

Creencias

No creo en las fechas armadas. No creo en "algo que nos afecte". Sí creo en la intuición. No creo en los conceptos. No creo en el sujeto trascendental. No creo en Cándido. No creo en el inglés americano. Sí creo en el británico. No creo en la era digital. Me quedo con la Reflex. No creo en los silencios intencionados. Ya no los tengo más. No creo en las salidas eternas. Sí creo en el infinito Escheriano. No creo en las fiestas. Sí creo en el solsticio. No creo en las rubias. No creo en que no lo leas. No creo en "el no tengo opinión". No creo que no entiendas. Sí creo en el segundo antes del beso, el orgullo, tu egocentrismo. No creo en el chocolate en rama. No creo en los caramelos de naranja. No creo en la onda Ser. No creo en los cines industriales. Sí creo en el Tita Merello. No creo en los labios pintados de rojo. No creo en las palabras que no decís. Cada vez le creo más a Marcuse, Verne, Gramsci. No creo en las cadenas de supermercado. No creo en el club Personal, la comunidad Movistar o el círculo CTI. No creo en los borratinta. No creo en los cuadernos papel araña. No creo en el séptimo grado. No creo en los viajes de egresados. No creo en Dios, en el cielo, ni el infierno. Sí creo en la chica en el cielo. No creo en las playas turísticas. Sí creo en la resaca del mar. No creo en los relojes digitales. No creo en la ternura plástica. No creo en el silencio. Sí creo en la soledad. No creo en la leche condensada. Sí creo en la sopa casera. No creo que me salga. No creo en los Chomp. No creo en la comida Gourmet. Sí creo en mis hermanas. No creo en las Publicidades, menos los publicistas. Sí creo en mi ONG. No creo en las coincidencias. No creo en lo casual. Sí creo en mi mochila. No creo en la música electrónica. No creo en los boliches de alta moda. No creo en las charlas de ascensor. No creo en mi habilidad manual. No creo en mi torpeza. Sí en mi seducción al caminar, que me mirás cuando me voy. No creo en las estrellas de Hollywood. No creo en el Horario Estelar. No creo que me hayas hablado por casualidad. No creo que te hayas olvidado ese beso. Sí creo en las obras de teatro de bajo presupuesto. No creo en las cadenas de mails. No creo en las paradas en la ruta. Sí creo en llegar a destino. No creo en los aviones, las azafatas, la comida de viaje. No creo en la videncia. Sí creo en el loco, el mundo, la rueda de la fortuna. Alguna vez creí en las calles. Ahora creo en las fotos de sal. Sí creo en las complicidades, la causalidad. No creo en el periodismo de hoy. No creo en los buenos vecinos. No creo en los rulos armados. No creo en las amistades camaleónicas. No creo en los folletos de la calle. Sí creo en los pisos de madera, el calor de la chimenea. No creo en la humedad. No creo en tu novia. No creo que sea lo mismo. Y hace tanto que es lo mismo. No te creo. No creo en las acuarelas. No creo en los todo por dos pesos. Sí creo en la acrobacia aérea, en la gente apasionada, en el escenario. No creo en los gatos. Sí creo en una sonrisa sin un gato.

18.7.07

Porcelana

¿Qué camino debo tomar?
Depende de dónde quieras ir...
A cualquier lugar...
¡Entonces tomá cualquier camino!

Porcelana era una figura transparente y ágil, recuerdo de un viaje que nunca pasó. Estaba siempre perfumada, perfectamente en equilibrio y los brazos levantados en un gracioso abrazo. Según cómo la miraba la luz, destellaba reflejos de todos los colores a pesar de que ella había entregado el suyo.

Una de sus piernas se mostraba revelando los dedos del pie y su tobillo, más allá del doblez de su larga pollera color rosa gastado. En su cara inerte se entreveía cómo su sonrisa ocultaba sus sentimientos materiales, duros, quebradizos. Todos manifestados de forma gradual, como su llanto. Aquel que algunas veces quebraba el espacio cuando todo estaba oscuro. Y siempre, siempre, aquella tensión se la llevaba sin que pudiera hacer nada.

La figura, mirá, se rompió sola, sin que nadie la toque. ¡Que no te engañe su aspecto, tan descarada! Las figuras, ya sean de cristal o de porcelana, no tienen vida.

Entonces sí: para Porcelana lo mejor es gritar en el desierto donde realmente no hay nadie . Y aunque sus mensajes necesiten oyentes, sus ordenes necesiten oyentes, sus mentiras necesiten oyentes, su figura susurra sus verdades al desierto y no a las estatuas vivientes.

16.7.07

Sal

Su Roja Majestad no debiera de ronronear tan fuertemente, dijo Alicia, frotándose los ojos y dirigiéndose al gatito, respetuosamente pero con alguna severidad. Me has despertado y, ¡ay, lo que estaba soñando era tan bonito! Y has estado conmigo, gatito, todo este tiempo, en el mundo del espejo, ¿lo sabías, querido?

La oscuridad no deja ver la actitud del ánimo celoso que tiene el mapa gastado Nada perturba el paseo por las calles, ni siquiera los charcos empapados de dejadez, piedras y fiestas. Yo prefiero no correr porque disfruto seguir quieta, imperturbable lejos de esa conversación gastada de estereotipos. En cambio, elijo empezar una y otra vez esa conversación que permite, al menos, sentir el calor. El cuerpo. Te invito a abrir la boca ante el deseo de tragarnos el mar. Te cambio la espina del viento por una colección de fotos en mi álbum de sal. Yo viajo sin medir distancias en nuestro país de maravillas, eligiendo soñar mientras pasa el día.

8.7.07

El sonido conservado.

Se me está haciendo costumbre la voluntad de conservar una huella del presente, una especie de desafío al tiempo que me permita ver y escuchar a los muertos, como si esto fuera un elemento esencial de mi imaginario.

No. El silencio ya no me da una idea del infinito y de la eternidad. En tanta inmensidad los límites ya no se perciben.


6.7.07

A la búsqueda de un título. También. Que se ajuste al tiempo.

La garúa empezó a caer y ya había perdido demasiado tiempo sin dedicarme a pensar. Lo mismo que ayer y el día anterior y el anterior y el anterior, sintiendo siempre lo mismo: esta ciudad es muy chica, demasiado.
¿Dónde estas? Como si aún fuéramos promesa, como si todavía no hubieras vuelto. Como si nuevamente te invitase al recorrido y la abstracción de nuestra siempre presente competencia inocente e infantil.
¿Por qué no? Si nos encanta lo prohibido. Nos encanta la misma sensación de misterio de una mirada, un recuerdo, de esos días cuando la realidad nos pasaba por encima, de nosotros subidos a un tren hacia un destino que pensamos podía ser de una eterna primavera... Pero no. Es una mirada a esos días marcados de muchas ausencias que hoy siguen presentes. Y entonces les invento nombres, amores, paranoias, sufrimientos, miedos... todo un vértigo de sensaciones.
¿En dónde? En la plaza que deja de existir. En los ojos de la mente, que solo me hacen ver una nube gris, gris de ceniza y agua, llena de la misma pena.
¿Para qué? Sonriamos... Para alimentar esa manía absurda de relacionar objetos con personas, de otorgar características de un objeto a una persona. Porque ahí te encuentro. Ahí, en un rincón pero sin poder recordar de qué secuencia de insultos y caricias extasiadas venís.
¿Y qué sos? La tarde despintada o el agua donde se proyecta la imagen, ahora deforme por cada gota. Y entonces, donde hubo forma reconocible ahora tan sólo hay una figura apenas discernible, de expresión cortada, con las manos frías y la mirada perdida. Y entonces, acerco mi cabeza al agua pensando cómo cada centímetro de líquido te abraza la cara, hasta nublarte la vista.
Nada. No pueden controlar que mis ojos, ahora fundidos con mi reflejo, me miren con dulzura. No pueden prohibirme hablar de otros lugares donde viven mis propias extrañas y hermosas bestias.

23.6.07

kino-pravda

Dentro de lo inspirado existen diversos enfoques. El auto destructivo, el creador, el tecnicista, el esquemático, (por qué no) el cuasi místico. Diversos, sí. Pero no todos se sumergen en el sentimiento oceánico de unidad con los demás y con el mundo. Porque no todos apuntan al conflicto, al principio de la dinámica que encarna el conflicto como principio fundamental de la existencia. Cuando lo inspirado estimula el pensamiento es bienvenido el cuestionamiento. Cada uno sabrá mediante - o no - el uso de técnicas, si se banalizan sus enfoques. Se puede diferenciar entre aquellos inspirados que cuentan historias en imágenes de aquellos que pueden hacer pensar en imágenes, empleando el choque (la esencia del conflicto), haciendo saltar chispas (el éros, el tánatos) entre la idea y la emoción de ver sin máscaras ni maquillajes, de ver lo vacío de esos abrazos que tiran al viento. Y en todo seré yo quien tiene la culpa de creer, y entonces ahora me toca hacer mi denuncia contra el ilusionismo, las metáforas vestidas de metonimia, de magia, de religión. Otra vez la tensión entre la transmisión de una verdad o de su énfasis.

15.6.07

Caza

2000 grados a la sombra nocturna,
Mezclada con reflexiones sobre nuestra charla,
Mientras emparejamos para abajo y nosotros lo aceptamos.
La duda de si todo un libro pueda ser sintetizado en un párrafo,
Y si de algún modo es así, no es tan erróneo (aunque relativo).
Sobre estos canales ya no pasa nada que uno no deba perderse.
Pero no te preocupes, no siempre es eso.
Quizás porque fue demasiado sintético,
Salir de la ciudad o ir a algún lugar específico.
Una muestra de ritos y tradiciones,
Un grupo de música fusión que puede ser interesante.
No sabes con qué gusto,
No se dónde ni a qué hora,
Pero no es breve ni otoñal el descanso.

2.6.07

Subconsciente

Gritos ahogados. Realmente se ve el terror en su cara y en la expresión de sus manos: niña apaleada, desesperada, angustiada que actúa como la denuncia directa del maltrato, su maltrato. El tuyo también. Sus ojos dejan ver su ansiedad hecha miedo cada vez que se levanta de la cama en la mitad de la noche con una presión en el pecho, envuelta en un suspiro inacabable mientras la transpiración le baja de la frente y recorre su cara hasta morirse entre las sábanas. La primera no detiene al montón de lágrimas presas de sensaciones vividas en un mundo subconsciente, su mundo onírico, ese que la ha llevado a confusiones.
Y así se ve, no se siente, cómo su cara se contrae en el medio de una nube cargada de cristales de hielo. Se ve cómo sus lágrimas le queman la piel cada vez que salen de adentro hacia afuera, entre cada suspiro ahogado, como la manifestación de sus sentimientos que no responden a las posibilidades del presente.
Y si verla llorando te da la satisfacción más palpable, el grito de la victoria... Y si verla llorando te hace abrazarla para contenerla (con - tenerla una vez más)... Y si esto te hace creer que tenés el poder de neutralizar su energía, alejarla del llanto... Y si ella se ahoga más en su creencia de que sos útil para la relajación del cuerpo, y para el tratamiento de su ansiedad... Entonces sos sólo su envenenamiento de la sangre.
Ya no la salvas de los colores de la noche que van cobrando vida hasta someterla en un montón de inmundicias pensadas por una mente viciada de nostalgias. Ya no sos quien evita que la presión de los cristales se le deshagan en astillas que la raspan hasta hacerla desangrar.
Mientras, ella se hunde en la morbosidad de ese sentimiento y espera cíclicamente a que ocurra de nuevo. Como vos, su dolor, su morbo compartido, huele cómo su ansiedad se le hace miedo. Y es en esas ocasiones en las cuales el color ya no es tan uniforme, cuando puede ver cuánto de más estás en esta escena.
Ya no. Ya no me abraces más.

25.5.07

Deviantart Lulilu**





¡Es Lucila! ¡Y en fichas! (También viene en colores...) http://lulilu.deviantart.com/

23.5.07

Espacios

Te sentás esperando encontrarte perdido en alguna de las frases que ahora escupo. Te lees, te encontrás y sonreís. Lees y lees hasta que mis letras te absorben, te chupan y te consumen. Te meto en una avalancha de emociones en donde te mareo hasta matarte, hasta hacerte llegar a tu fin, o a lo que creías que era mi fin, que no está formado, porque conmigo nunca está formado sino cortado. Lees mi soberbia, circunferencia rellena, que no te hace falta, pero la necesitás. Mientras yo avanzo sumergiéndote en un río de letras que fluyen lentamente dentro de mío, te encontrás, me interiorizás. Y así alcanzamos el éxito de nuestra caricia más perfecta porque me pensás. Éxtasis, emociones, risas, imágenes con vida. Me pensás, extasiándote ante el dolor y me convierto en todo, tu amor y tu odio.

17.5.07

Elisa

Y esa fue la primera visita que realizó Elisa a aquel lugar más allá de los puentes, donde toda su utopía se fundió en una sonrisa. Elisa sabía atrapar momentos. Todos podían perderse en la mirada de Elisa, que hacía brillar cada centímetro tocado por su aura. Y si bien en esa estación de tren en donde estaba Elisa, la boletería agonizaba en pedazos de madera y los asientos apenas podían sostenerse en pie, ella se anclaba en el andén mostrando íntegramente su desnudez. Tan sola, Elisa. Y mientras ella miraba el el viejo reloj oxidado que marcaba apenas el sol de las cinco, su sonrisa emulaban una mueca de amargura. Nostálgica, Elisa. Así Elisa se dirigió hacia la vía del tren en donde dejó un ramo de margaritas. Quien pudiera soñar... Soñarla despierto con toda su alma. Incomprendida Elisa, ¿ves aquel árbol? A su alrededor brotaba la vida, brotaban las flores entre los raíles abandonados mientras el viejo reloj se dejaba acariciar por el viento. Elisa. Entre su nombre y la estación se extendía el olor a lavanda. Todos supieron perderse en su mirada, pero nadie probó el sabor de su dolor incierto. Elisa sonrió, se hizo utopía. Nadie entendió que esa muerte fue vida.

16.5.07

Y si...

Si sonrío siempre, nadie sabe por qué ¿Y por qué no? Si mis ojos están siempre abiertos, siempre atentos, atrapando lo atrapable y lo escapable.
¿Y si odio que te juntes con quienes aplauden tu ego? ¿Por qué no? Si sos como esos que se acomodan en la reiteración espesa de lo cotidiano.
¿Y si encima no me escuchas cuando te digo que esta realidad sólo puede ser quebrada por un esfuerzo de la imaginación o la sensibilidad, incluso de la sensualidad? ¿Para qué? Si en todo este tiempo, tu viento es de ningún color.
¿Y si me doy cuenta de que tu viento trata de jugar conmigo? Entonces el odio se me escapa por los pies.
¿Y si odio que esperes que algo cambie solo para que todo quede como estaba? Será que a cambio de la sal, recibís tan solo palabras y lágrimas.
¿Y si no te arriesgas a verme porque sabes que soy tu forma más completa? Sé que es porque preferís a que todo siga en orden, porque ahí los personajes no cambian. Tus personajes no cambian.
¿Y si siento un un aleteo fuerte adentro, un agite? "No lo reprimas, que lata siempre." Tal vez...
¿Y si me enamoro del mar que sigue moviéndose? Será que en algún momento quebré, lloré, sufrí, pero disfruté.
¿Y si dentro de esta máquina, yo corrí a modo desenfrenado? Entonces es que en todo esto se deshizo un nudo, pero no se rompe la cuerda.

12.5.07

Ella

Ella, de pelo color ladrillo tierra. De ojos grandes color nuez. Ella, que en su concepción no puede abstraer el bien del mal. Ella es buena, porque nunca le hizo mal a nadie. Ella siempre se mostró humana en su ambiente inhumano. Ella es buena porque el sol y las flores revelan su propia naturaleza soleada y florida. Ella es buena porque es joven, está llena de esperanzas. Pero para ella la situación no es buena porque le impone tormentos y no tiene alegrías. Y así y todo ella mide su situación con su propia individualidad, con su ser natural y no con el ideal del bien.

10.5.07

La flor del cerezo

¿De qué te reís, idiota? (Gritó con tanta rabia que parecía que sus ojos se iban a salir)
¿De verme mirando todo el día el agua filtrándose por la humedad de la pared que da al jardín de los cerezos?
¿Y qué? Un ladrillo menos, un espacio por donde se cuela la luz de la mañana, generadora de energía vital, tan vital como el sol sobre los malditos cerezos. Moras y frambuesas para el almuerzo.
Brotan capullos.
Ramas de flores blancas.
Rojos sus frutos.
Y sin mucho esfuerzo, la flor blanca del cerezo, se fue dejando llevar por el viento de abril.

6.5.07

Pintura en Acuarela

Un dibujo en acuarela muestra en primer plano a una pareja decolorada. Cuerpo y cuerpo están sentados en paralelo contra una pared vieja. Sobre la izquierda, un hombre. A la derecha, una mujer. En el medio, la tensión de dos miradas que no pueden moverse para encontrarse. La electricidad corre bajo la tinta del acuarela y el hombre sentado sobre la izquierda se ve obligado a esconder su aire vacío, atascado en su realidad monótona. En cambio, sobre la esquina inferior derecha, la mano contraída de la mujer apresada se asoma inerte ante el movimiento de la vida fuera del margen. Los dos están presos en un mismo tiempo paralelo, consecuencia del sentir de la mentira y la verdad ajena.
Desde afuera, esta pintura sobre la mesa solo enseña la perfección de dos rostros cautivos compartiendo un mismo momento, dos personas componiendo un simétrico encuadre. Y así el inexperto se relame ante esta composición artística muerta. Para los ojos que ven desde afuera es simplemente una historia de desconocidos, donde se observa detenidamente un mundo contenido en colores. Esta es tu visión, la de un ojo falso.
Pero desde adentro, el hombre y la mujer se buscan en su historia secreta de pensamientos, cruzados entre pinceladas que conectan lo inalcanzable. En la pintura, el hombre y la mujer están en movimiento, pero su búsqueda se ve contraída por la obligación de ceñirse a reglas ajenas. Desde afuera es quietud. Desde adentro es un caos en derecha y es frenesí en la izquierda. Con el paso del tiempo, hombre y mujer beben de su mortal abismo exorbitante, y a ellos sólo les queda mantener sus ojos en protesta.

4.5.07

Tras (II)

Cuando me enteré, me asusté y por eso busqué alguna puerta abierta y el silencio. Pero moverse fue dar un paso que duele, porque arranca. Y como buscando encontré de nuevo los ojos que fingen destinos, opté de nuevo por apagar todas las luces y cerrar los ojos a tanto ruido. Despacio... En silencio... Fui entrando en trance y pude dormir para irme a ningún lugar.
Esta vez, fui reina a orillas del mar y me perdí en algún lado en donde fui niña salida de la espuma. Sola, parada sobre la resaca del mar, me encontré jugando con la arena. Perdida en mi abstracción, fui reina con brillos en el pelo, me deshice en ese arco iris de espuma y di mi mundo por tener un caracol de mar que me hiciera recordar que allá no es igual.
Sola, con los pies húmedos, los dedos llenos de sal, sentada en la orilla, sentí. Y en este nuevo no-tiempo alterno con olor a mar, mi cuerpo -otra vez desnudo- se hundió en la tibieza del agua calentada por el sol. Así, revelé una vez más mi origen: la piel en forma de máscara, de oráculo, de espejo. Así, me acerqué un poco más al sol.

1.5.07

Tras

Cuando todas las luces se apagan, cierro los ojos esperando que los ruidos de alguna canción me lleven a ningún lugar. Dejo de contar estrellas en el cielo para tejer silencios que cantan como el mar. Me desvisto y voy quitando sombras perfumadas que adornan tu sitio.
Es a la noche cuando cierro mis ojos a lo que más odio y abro espacio a mi tranquilidad. Dejo caer la luz para dormir sin saber nada en mis sueños. Tengo el cuerpo desnudo, quiero llegar al sol. Pero la noche se desnuda para nadie.
Esta noche no quiero tener miedo de sombras que conozco, quiero dejar atrás mi dualidad, esas imágenes sin censura de lo mas violable de las mentes, mi odio, los golpes hacia cuerpos desnudos, las falsas sonrisas que me muerden cada día, la sangre que hace morir a estallidos, las almas mutiladas por enfermedades, las mariposas, el hoy...

26.4.07

Crema de Abril

Sé que hay métodos, y métodos más rústicos han resultado, incluso mucho más efectivos en cuanto a resultados parciales. No voy a negar que tengo un costado romanticista, golpeado. Tal vez por menos metódica, doblemente torpe sea éste salto que ahora ensayo. Pero es que es tan lindo a veces que me sobrepasa. Y el que ya no me llames no me hace sentirte más lejos. Tal vez sea demasiado, como en el momento en que fuimos utopía... O tal vez demasiado poco, como el momento en el que la realidad nos robó la mediación de nuestro tiempo compartido. No me gusta tanta distancia, aunque sé que estamos en algún punto encontrados. Mientras repaso la respuesta de esa primer pregunta que hiciste.

25.4.07

Salguero y Santa Fe

Una historia de idas y venidas nació, alguna noche, después de ver estrellas en algún museo y arte en el cielo de Puerto Madero. Esa visita se transformó en conversación y esa conversación se nos devino en alguna caminata de dos horas que nos llevó al recital de alguien que no me acuerdo y a una fiesta en una casona de San Telmo. Entre esas paredes húmedas que revistieron a esos muchos cuartos oscuros, encontramos a los seres más mágicos de la noche: un profesor del piano, una loca fracasada que se creía actriz por estar en la casa del teatro, algún que otro olor, la alfombra babeada con cerveza y la semi inocencia de la luz manejada por alguna persona que disfrutó el poder otorgado.
Y si la caminata devino en casa, la casa devino en madrugada en alguna plaza fría de la zona mientras esperamos el colectivo, de vuelta cada uno a sus vidas. O así creímos. Porque esa mañana se deshizo en un año de prefiero/no-puedo verte y en el eterno recuerdo de la calle Salguero sobre la Avenida Santa Fe. Esa vez que quisiste ir al Malba a ver una película que supiste que me iba a gustar. Porque me escuchaste.
Habrá sido el "que no se hayan visto" lo que causó el anhelo de encontrar a alguien dentro de algún depósito junto a la compañía de un fotógrafo flaco, muy flaco, apasionado, consumido por la vida y por un violonchelo. O eso recuerdo. Pero de la ausencia vino el caramelo del encuentro, y eso devino otra vez en una larga caminata, esta vez de palabras que llevaron a los mundos de la locura más absoluta, las historias más extrañas, la llave a bizarro-landia. Y ahí te consagraste alcalde. Me llevaste a esa ciudad unas horas y yo te mostré a mi más preciado solcito, mi muy solcito, mi ascendente (centro y descendente) pisciano.
Entonces concluimos que la intermitencia es nuestra madre y que mejor mantenerla, porque nos dimos cuenta que la pizza que compramos en algún bar de Constitución es más salada de esa forma. Y todo cambió porque no sabemos, ni nos gusta, mantenernos estáticos.
Desde esa tarde que te asomaste a mi ventana para saludar, yo no dejé de apoyarme sobre el marco esperando a que el cartero me trajera alguna carta colgada sin remitente. O de la cárcel de Caseros.. Buenos Aires tiene el desconcierto de los lados, tal vez sabemos aprovecharlos mientras viajamos en algún colectivo semi vacío a un bar de Boedo, en donde el maní es más rico por tener cáscara y por venir de la mano de alguna fiesta loca en el subte - estación Olleros - donde estuvo Verónica. Mientras tanto te encuentro en alguna letra perdida, alguna recomendación de libro, en Un Tal Lucas, alguna película voladora, algún contacto electrónico. En fin, la dulce intermitencia.
PD: Me debés un JB y un pianito de Barney que toque canciones. Pero no quiero cualquier pianito, quiero ese que haga enojar a algún loco presumido y pretencioso, en un mundo de juguetes que despliegan su locura ante la tiranía de la falta de decisión de un jefe sin futuro de alguna juguetería de Colegiales.

23.4.07

Silencio y Jardín

Me enseñaste que el silencio esconde palabras encerradas que buscan la manera por la cual derramarse al mundo. Es por eso que siempre admiré la sabiduría de tu presencia que aprendió la pertinencia para el silencio. Hoy, sin embargo, tu silencio se me está haciendo demasiado y apenas unas palabras descansan sobre la mesa. Se me están haciendo evidentes tus miserias y tu inoportunismo de pensamientos. Se me está quebrando el ritmo y se me están aguando los colores de lo que fue sentirte en algún abrazo, en silencio. Veo que estamos sentados en la misma mesa pero ya no siento que estemos compartiendo el mantel. Qué lástima que ya no sienta casualidad (podés invertir la pareja consonante-vocal si querés...) el haberte encontrado esta tarde de verano. Se me están igualando los extremos y estás dejando de ser las mil caras del universo. Se está pudriendo la madera de esta mesa y está empezando a arder mi belleza. Palabras, palabras... O ausencia de palabras para esta tarde devenida en madrugada que vamos a olvidar al despertar por la mañana. Yo sé que en este jardín no van a dejar de crecer las hojas ni las flores. Van a renacer con otro color. También sé que nuestro tiempo ya no va a ser el que aparece colgado en el jardín como relojes de Dalí. Es mi sentimentalismo orgulloso el que me hace llevar por el viento, ya no por tu canto de sirenas.

20.4.07

Infancia

Me acuerdo de situaciones pero tengo pocos recuerdos. Tal vez es que me acostumbraron a creer que el ser humano va por la vida sin pensar el objetivo que tiene su existencia al estar vivo. O que siempre viví en una especie de estado transicional y nunca gocé de la inocencia ni de la magia. O tal vez es nada: ni una lágrima inadaptada, ni siquiera portarse mal. Lo único que existió en mí fue una sensación de eterno esperar. Eso: básicamente soportar.
Después de verte entré en alguna lógica de personajes diferentes, perfumados de colores en un mundo paralelo. Y si bien hoy puedo empezar a respirar el aire puro, en mi otro alrededor reina la locura. Algún ingenuo creerá que miento mis extremos. Para esa mirada, no hay nada más lejos. No importa. Todavía no me canso de descubrir por primera vez. Me descubro en tu nombre. Me descubro sensible. Me descubro. Y desde entonces no dejo de llorar y llorar.

18.4.07

Desde

Una frase desproporcionada de interminables extensiones: uno se demora en la entrega y el otro se detiene en la génesis de sus razones. Uno es el revés de la parálisis mientras el otro se refugia en el grito invisible. Esos dos seres angustiados son la contradicción, lo irrefutable. Ambos atrapados en la escasez del espacio de la boca. Atrapados, amontonados en un gesto incompleto, uno por su acción el otro por su quietismo. Habitan ahí, tan en sombras que uno apela a la estrategia de la expresión mientras el otro se acomoda en su abstracto mundo de ausencias. Desde la incomprensión, el idealismo que raya el misticismo de la independencia y del entusiasmo. Desde afuera, quietud. Desde adentro, un caos en derecha y frenesí en la izquierda.

13.4.07

Tu aroma y el café

No puedo evitarlo. El aroma del grano sin moler en la madrugada sabe mejor en un mundo sin movimiento que se pierde el espectáculo de ver cómo muere la noche con el color del sol. Bajo con la intención de tomarme una taza de café contra la ventana mientras espero que el sol, que a esta hora tornasola todo de amarillos, provoque que mi mañana salpique chispas entre tanta luz fría. Esas mismas chispas que creamos cuando me acompañas alguna mañana de frío de invierno. Me abrigo los pies con pantuflas y entonces le dejo notar un poco más mi espalda al invierno, que me obliga a esconderme en mi taza de café. Miro por la ventana la calle muerta y me entrego a pensar cuán fuerte me es observar tu imagen viviente de hombre solo. Tu imagen relacionándose, de alguna estúpida manera, con tu cotidiano. Supongo que el no poder dejar de pensarte sabe un poco más que a locura demencial. En ese segundo de virgen sorbo de café se me ocurre evocarte, solo para lastimar tu soledad inerte. Hacerte presente porque sé cuánto te gusta hacer que odias mi compañía. Entonces aceptás esa contradicción por el mero desafío entrar en la acción de desafiarme. Aceptás, venís y te sentás conmigo. Bien. Estoy bien. No, no me pasa nada. Recién me levanto. Te preparo un café. Con canela. Mirás cómo te preparo el café que nunca quisiste probar aunque sabías de mi maestría en desayunos. El olor del grano deshecho en polvo de café me deshoja, me vulnera, y me provoca regalarte el color negro de la tasa que brilla con el color del sol encendido. Ese sol que obliga a nuestro escenario a arder con más fuerza. Está todo bien. Acomodate. Dulce te lo preparo. Te dejás llevar y el calor te ablanda. Mirás la taza con desconfianza por miedo a tomar algo tan mío que te provoque nuevamente la adicción, por eso veo en tu mirada que te reprimís y hacés que no te gusta para que yo no te pueda ver. Ah, sí, tomo todo dulce. Entonces te endulzo la taza aún más, esta vez con tus segundos de impaciencia que me hacen estallar casi con demencia, llevándome al inicio de esta locura. Te cuento de algunas trivialidades de la semana mientras miro cómo elegís entre los brillos de mis ojos. Sé que te gusta cuando sonrío. Elegí, el que más te guste. No quiero que después me reproches la debilidad de mis lágrimas que registran imágenes y sonidos de alguna noche compartida juntos. O de esta. Alguna noche donde perdimos la decencia y la idea de lo mismo. O de esta. Probá el café que se te enfría. No. No te apuro, pero algo recalentado no tiene el sabor del primer sorbo. Pero eso es mucho y te asustás. Te alejás de la ventana y del calor y te escapás por el pasillo vacío de ondas de aire y de sonido, mientras yo me quedo mirándote a vos y a tu taza llena sin probar a diferencia de la mía que tiene la forma de mis labios, impregnados en su borde de cerámica barnizada. Y entonces mi voz salta desde la habitación hasta tu espacio desnudo llamándote para que vuelvas. ¿Me escuchás? Parece que sí porque te das vuelta y te arrepentís porque me extrañas. Ya sé, no me tenés que explicar, lo sé antes de que lo hagas. Volvés, y me regalás la incompatibilidad de nuestros tiempos. Probás el primer trago de mi café y veo cómo te pega, como con efecto doppler, retrasado, pero potenciado por la misma fuerza de la velocidad de aquella caricia que nos llevó ser vértice de sueños, aquella noche que cada uno fue la droga del otro. Y te miro mientras tomás de nuevo de la taza de café caliente, con un movimiento lento que pareciera conservar el recuerdo de mi ser que ha desaparecido. No me fuí. Acá estoy, por eso te invité. Sabía que vos ibas a aceptar. Entonces me buscas porque sentís cómo te vuelven las ganas de probar el silencio violado con violencia por una canción nuestra. Y desplegás parte de tu demencia ágil de recursos para alcanzarme. No me mires así. No me cantes una canción que después pensás olvidar. Y en tu intento torpe de abrazarme, tirás la taza de café y me quemás. ¡Duele! La taza se deshace en astillas y me ves quebrar. Dejá, fue un accidente. Veo cómo mi sentimentalismo por la muerte de algo inerte te provoca y entonces hacés regresar las mismas represiones que sentimos en alguna sala de cine, esa vez que nos mezclamos con las angustias de la película y las ansiedades neuróticas de los personajes. No. No me dolió. Estoy bien. Y dejá, yo limpio. Te hago otro café si querés. En ese momento te asustás por tu torpeza y entonces me separás como intentando explicar. Me ofrecés a cambio, guardar en mis cajones el sonido de los truenos sordos de las burbujas, para que los use para meterme en alguna de tus locuras. Yo no tengo nada para darte. En realidad no me queda nada para darte. Yo en cambio, y sólo por las dudas, te envuelvo sonidos ajenos a tu mundo para que te transpoles a mi fuego latente alimentado no solo de carne y de sangre, pero de vida. Pero eso lo querés ya. Entonces me mirás acomodar los pedazos de cerámica sangrantes de café y caminás a la ventana. Y te apoyás contra el vidrio para sentir el calor del sol que sabes tanto me gusta. Me mirás, me llamás para sentir juntos el calor del vidrio y me pedís que deje tu taza rota en el piso. Está bien. Después levanto. Extasiate con el aroma del café pegado al piso. Me siento junto a vos y me regalás palabras en imágenes que nos hacen sentir mejor. Nos reímos de nuestra estupidez y sonreímos mientras tus dedos se deslizan. Y el aroma del café... De a poco... Se nos mete debajo de la piel... Y yo tiemblo... Al sentir... Que estás en mi sol y en mi luna... En mis días... En mi boca... En mis ojos... En mis manos... Transformándonos en cíclopes... Que sienten pececitos en la panza... Invintándome a ser... Como los personajes... De algún libro que leímos... Y ya nada nos importa... Ni tu indiferencia a venir... Ni tus ganas de quedarte. Menos, menos, menos, menos. Entonces... Todo nos lleva nuevamente... A que bailemos como un sonido sin forma en el piso mientras la luz que se filtra por la ventana se posa sobre nuestras manos empapadas mientras uno al otro nos vamos deshojando hasta el momento en donde la señal del tiempo se nos hace nula en ese juego de palabras ausentes y mientras las manos se multiplican y el aliento se hace uno justo en el momento en el cual nuestros movimientos eligen contradecirse el uno al otro, cada vez más y más y más y más y más y más y más y más y más...... Hasta hacer explotar el sonido del ambiente. Y nos gusta. Me mirás con tus ojos cansados y sentimos la transpiración de nuestros cuerpos. Me acariciás, y suspirás lento mientras me contenés y preguntas cómo estoy. Estúpida mujer que soy, te sonrío porque siento que esa es la mejor respuesta. Pero igual me entendés, porque es la misma respuesta que me podés dar. Casi temblando, guardás el reflejo de tus pupilas en mi mirada y por miedo a perderme me sostenés la mano. Aunque ves en mis ojos el grito del dolor. ¿Qué pasa? Aún me duele la mano por el café que volcaste. No, no te reprocho, te estoy pidiendo que me abraces. ¿Cómo pudiste? ¡No! No quiero tu costado. Al final te convencés que no hay más colores que los del arco iris cotidiano. No podés disfrutar un segundo de la paleta de colores que acabamos de inventar. No es cierto. No puede ser cierto. Porqué te me volvés tóxico. Tan tóxico... Una vez más te enojás, te escapás y entonces te vas de este momento compartido sin palabras, sin decirme cómo, provocando que el sol de mi mañana se apague, que mi café se quede amargo y que yo ya no tenga ganas de hablar. Y entonces vuelvo a desear el instante del inicio mientras le doy la espalda al invierno y miro por la ventana cómo florece el duraznero partido por la mitad ya sin tanto perfume, colores o contrastes. Y entonces no me acuerdo porqué te invité en un primer momento. No me acuerdo porque elegí el café como una excusa. Pienso... ¡Ah! Sí. Quería compartir una vez más el momento de mis fotos desenfocadas. Porque sabía (supe incluso antes de sacarlas) que eran la expresión de lo que tu inútil sentido para la imagen hubiese querido crear. Me duele la mano todavía. Por tu culpa me duele la mano. Pero igual las busqué y te las tiré sobre el piso para que las vieras. Qué tonta, pero si no estás para explicarte que en una quise sacar un árbol y se me terminó quedando el sol, tres rayitos de sol de blanco dorado, radiales, que salen del sol y se extienden hasta tocar un objeto (tu taza de café) y ahí encima terminan, prediciendo nuestras ausencias muertas. Se mueren. Mirá: acá están. Para nosotros. Para nuestra figura infinita. Ahora muerta. Esto está yendo demasiado lejos. El frío envuelve las calles pintadas con mi sol, mientras mi café huele a las hojas caídas por culpa del otoño. Igual vos no detenés. Te dejo tu taza deshecha para que veas que entre el café disperso en el piso, solo vuela una mosca.

Ella/Él

Ella vino del lago del fuego eterno. Él del dolor de siluetas dispersas. Ella miraba cantando notas de armonía. Él se perdía en sus calles habitadas por círculos extraños. Ella disfrutaba bailar a través de la niebla iluminada por la luna. Él se divertía susurrando historias y fantasías. Ella escuchó el mundo escondida en oraciones. Él adoptó las respuestas bañadas en las aguas del fracaso. Ella se separó del espacio ante el miedo del desengaño. Él bastardeó significados. A ella el sol le cubrió las heridas. A él, el espacio lo sumergió en fracciones de otras vidas. Ella llegó al costado más silencioso. Él se escondió tras una infinidad de extraños. Ella extrañó perpetuarse en la tibieza del eco. Él extrañó la piel dulce de ella. Ella sintió cada caricia que no estaba. Él prefirió escudarse en cobardía. Ella se precipitó en la imagen de una lágrima estallada en sus mejillas. Él prefirió disfrazarse de noche expandida. Ella preguntó al universo: "para qué usar los ojos, la boca, la lengua, las manos si todos ya saben mentir...". Él no respondió a su juego de opuestos entre ausencia y presencia. Ella fluyó entre fuentes de consciencia e inconsciencia. Él no pudo con su alma perdida. Ella extendió una vez más su mano. Él escupió su oro de color plateado. Ella caminó divagando. Él se preguntó una vez más: "¿Aún dudás que lo sé?".
Y ya hace tiempo que la luna roja cubre sus piedras pero él y ella no se enteran porque no se leen. Y ya hace tiempo que me desato y dibujo flores que no entendes.

8.4.07

Infinito

El observador sabe por sentido común el error de esta conjunción. Es un callejón sin salida. Un bucle. Un dibujo de Escher. No hay que encontrarle sentido a la locura del cadáver exquisito.
- Mi espacio. Nuestras aproximaciones al infinito.
- O nuestras figuras que rellenan el plano y que van aumentando o disminuyendo hasta dar la impresión de ser un número infinito.
- No hay impresiones. Hay ideas. Mi idea es sencilla: ir dibujando. Tu idea es eterna.
- Mi idea es la fascinación de descifrar cómo encerrar algo infinito en una superficie finita.
- Tu idea te dejó atrapado en tu narcisismo lógico y tu infinito. Tu idea te derritió en repeticiones pautadas y distorsiones visuales, en ciclos enfermos. Fuimos el ensamble de dos perspectivas opuestas.
- Sí, es frío y repetitivo.
- Y yo no pretendo conmoverte. Ya no. Abandoné el desafío de tu asfixia vacía. Tal vez soy yo la ingenua.
- ¡Vos no estas en condiciones de imaginar algo que esté por definición vacío!
- Vos no existís cuando los soles negros ocupan sus lugares. Te dispersas en los fragmentos de las horas y en los ojos mirados, hasta en mí. Me arrastras a sombras de tiempo sepultado.
- El sol está sobre el horizonte, en el momento en el que todo el cielo se colorea de rojo. En ese momento no hay sombras.
- Y ese momento no es un rojo definido. Son cientos de tonalidades.
(Silencio)
- ¡Es tan claro! El mar enmudece, como vos.
- Es mi hora preferida.
- Es la hora de tu escape. De tu último fragmento de Sol.
Nada los contiene. Es el infinito. El espacio que los define. Es fácil de imaginar el espacio que separa toda la materia del universo. No es fácil el diálogo de la pelea, metido en sus masas compactas, comprimidas al máximo, que se buscan y se abrazan exactamente en el momento anterior al Big-Bang.
(Explosión. Y Silencio. Otra vez.)

2.4.07

Flores muertas a tu imagen

Fue el haber encontrado nuestra copia de El hombre ilustrado lo que me llevó de nuevo a nuestra máxima complicidad. La lectura de tu dedicatoria y la inercia de la conciencia me sumergieron entre las líneas de aquel cuento que parodió a Edgar Allan Poe, ese cuento que me leíste cuando me prometiste un viaje a Londres.
Me acuerdo de ese momento como el instante que te provocó las ganas de probarme, probar mi compañía, probar al espacio que nos contenía. Solo con la mirada me invitaste a caminar y sin decir nada, solo nos importaron los elementos naturales, muy poco los humanos que podían llegar a desfilar por nuestro viaje. Cada segundo de esa compañía se hizo volátil y eso nos contuvo en una intimidad lejana y muda. Recuerdo eso. Recuerdo cómo los dos nos mirábamos y no nos podíamos dejar de ver.
Pero no recuerdo porqué te dejaste convencer por el canto de sirena de aquella ciudad de vida eléctrica que encontramos a medio viajar, en donde preferiste festejar la parafernalia de la cosificación por sobre nuestro mundo. No te fue difícil ir alejándote para acomodarte en esa ciudad que te consumió y convirtió en uno más de sus habitantes. Ahora también recuerdo cuando quebraste tu esencia y así adoptaste un vivir sin crear que te llevó al eterno reciclaje de viejos estilos. A partir de esto no hiciste más que faltarle el respeto a tu vanguardia, a mi transgresión. Ahí empecé a verte desde el otro lado de la ventana y te me hiciste inalcanzable. Ese fue tu salto a la ficción, un salto desde mi realidad.
Ahora recuerdo también que elegiste por el conformismo y la comodidad, y entonces fue inevitable verte repugnante. Fue tu festejo a la belleza del vicio, tu vulgaridad la que me hizo verte cada vez más repugnante. ¿Tan fácil te es matar a todos tus proyectos posibles? Con cada palabra vuelvo a sentir el giro que dio tu calor, de la acción a la envidia del erotismo de esa ciudad y de sus habitantes nacidos de los más bajos instintos de la danza de movimientos torpes de asociación entre sus cuerpos superficiales. Y así y todo te vendiste.
De a poco, todo para vos y para mí dejó de tener nuestro impulso. Obviamente esa fue la elección de tu estilo de vida, signado al tiempo de la moda y el consumo. ¿Cómo no darte paso a la vulgaridad con este planteo? ¿Cómo pudiste vender así tu espíritu de ruptura? ¿Cómo pudiste ver flores en ese ritual de vida vacía de manifestación plástica?
Esto me recuerda que nuestra escena fue siempre la misma: vos festejaste tu ciudad limpia de olores y destilaste alcohol en vez de lágrimas, mientras mi lápiz se desangraba con cada palabra pensada para vos... Será que solamente apelando al absurdo puedo romper con tu absurdo de realidad. O quizás no quiera hacerlo y en mi realidad, desde el principio, nunca viajamos juntos y vos solo buscaste tu lugar.

1.4.07

Dualidad

En esta Torre de Babel que comparten dos personas, las palabras ya no cantan. Las palabras son un arreglo, una composición inerte, un maquillaje de significaciones, un disfraz para su noche callada de flores ausentes.
- ¿Un día seremos algo distinto a esto?
- Tal vez...
- ¿Más iguales o más distintos?
- Seguiremos siendo...
- ¿Seremos algo si dejamos de ser?
- Quizás...
- ¿Y qué hay después de esto?
- ¿Y qué esperás que haya después de esto?
- Más preguntas.
- Quizás... O tal vez solo noche...
De esas dos personas, una se despide hambrienta de sol. La otra se sumerge entre luces artificiales, pintando su infinito con la noche, donde despliega su intenso silencio.
Sus preguntas. Sus silencios. Su respiración. Y su instante se dilata.

29.3.07

Improvisaciones

El desvarío en una tarde, la lluvia que moja el recorrido de las librerías de la Av. Corrientes, el olor a humedad de los libros, Alicia en el País de las Maravillas, el cuadro de Alicia en una noche de miradas, el bar donde tomó su primer capuchino, los cafés adornados con la sintonía de alguna AM en la noche, los días que no son sólo lunas, los días que son sólo soles, los días, la reserva del teatro que tiene aroma a canela, el programa de variedades, la nocturnidad, el telón de felpa color bordó de alguna sala apolillada, las paredes de constelaciones en el cielo azul que abrigan la calle, el vagabundo en la calle que absorbe todo el inmoral social, la vereda mojada con aceite barato y la lluvia de hace tres días, el rococó de las señoras que salen en grupo y que no se quieren mojar los pies, una noche que arranca bien, los aplausos para el hombre vestido de traje a-lo-Frank-Sinatra, el olor a naftalina y decadencia de su sombra abandonada, la cerveza caliente que sirven en el bar de la esquina, la madre de una depresiva viendo su futuro en un vaso de vino barato, la actuación de una pareja ante el drama oscuro del arrepentimiento, la mina que llora con un cigarrillo en la mano, el cenicero vomitado de cigarrillos, la amenaza de las puntas de vidrio estratégicamente diseñadas, la ventana tajeada que no muestra la calle, la censura a la prostituta de la esquina por tener risa de prostituta, el egoísta que se cree superhombre, la estudiante de teatro que no es carismática, un pendejo adicto al sexo que pierde su oportunidad por falta de reflejos, el divorciado que mantiene una vida karaoke, la cornuda inocente que agarra la mano del novio aunque a ella no la agarren con la misma fuerza, el perfume especial de tu cama, el sabor de una película vista en silencio, tu amor que se esconde tras el frívolo placer de la carne, una amistad que no encaja en esquemas, el crucigrama medio hecho del encargado del edificio de la esquina, los pedazos de vida que se guardan en el álbum familiar, el recuerdo de aquella vez que quebraste por mí, el jubilado sentado en el borde de una ventana abandonada, el chico que pasa con muletas y nadie respeta, el bostezo de una moza distraída que espera impaciente que su turno termine, la lista interminable de los VIPs del boliche del viernes, los incrédulos que viven en una burbuja de aire viciado, un punto rojo entrando en metamorfosis, intrusos que se esconden en las sombras mientras toman notas mentales, un Voyeur que mira pero no ve, el estudiante que combina un trabajo a medio tiempo con apuntes manchados de tinta amarillo flúor, la regla mnemotécnica resaltada sobre las seis esposas ("Divorced, Beheaded, Died, Divorced, Beheaded, Survived"), el block de notas olvidado sobre la mesa de la milonga, la lectura de Bestiario, el que lucha por ser voz de la oposición, la necesidad de explotar, el movimiento en concéntrico que no puedo dejar de ver, el cuadro de Escher en un libro surrealista, el desvarío, otra vez una tarde de lluvia. Y un "mí" que invita a un "yo" a compartir un momento de locura entre tanto quietismo escénico.