25.4.07

Salguero y Santa Fe

Una historia de idas y venidas nació, alguna noche, después de ver estrellas en algún museo y arte en el cielo de Puerto Madero. Esa visita se transformó en conversación y esa conversación se nos devino en alguna caminata de dos horas que nos llevó al recital de alguien que no me acuerdo y a una fiesta en una casona de San Telmo. Entre esas paredes húmedas que revistieron a esos muchos cuartos oscuros, encontramos a los seres más mágicos de la noche: un profesor del piano, una loca fracasada que se creía actriz por estar en la casa del teatro, algún que otro olor, la alfombra babeada con cerveza y la semi inocencia de la luz manejada por alguna persona que disfrutó el poder otorgado.
Y si la caminata devino en casa, la casa devino en madrugada en alguna plaza fría de la zona mientras esperamos el colectivo, de vuelta cada uno a sus vidas. O así creímos. Porque esa mañana se deshizo en un año de prefiero/no-puedo verte y en el eterno recuerdo de la calle Salguero sobre la Avenida Santa Fe. Esa vez que quisiste ir al Malba a ver una película que supiste que me iba a gustar. Porque me escuchaste.
Habrá sido el "que no se hayan visto" lo que causó el anhelo de encontrar a alguien dentro de algún depósito junto a la compañía de un fotógrafo flaco, muy flaco, apasionado, consumido por la vida y por un violonchelo. O eso recuerdo. Pero de la ausencia vino el caramelo del encuentro, y eso devino otra vez en una larga caminata, esta vez de palabras que llevaron a los mundos de la locura más absoluta, las historias más extrañas, la llave a bizarro-landia. Y ahí te consagraste alcalde. Me llevaste a esa ciudad unas horas y yo te mostré a mi más preciado solcito, mi muy solcito, mi ascendente (centro y descendente) pisciano.
Entonces concluimos que la intermitencia es nuestra madre y que mejor mantenerla, porque nos dimos cuenta que la pizza que compramos en algún bar de Constitución es más salada de esa forma. Y todo cambió porque no sabemos, ni nos gusta, mantenernos estáticos.
Desde esa tarde que te asomaste a mi ventana para saludar, yo no dejé de apoyarme sobre el marco esperando a que el cartero me trajera alguna carta colgada sin remitente. O de la cárcel de Caseros.. Buenos Aires tiene el desconcierto de los lados, tal vez sabemos aprovecharlos mientras viajamos en algún colectivo semi vacío a un bar de Boedo, en donde el maní es más rico por tener cáscara y por venir de la mano de alguna fiesta loca en el subte - estación Olleros - donde estuvo Verónica. Mientras tanto te encuentro en alguna letra perdida, alguna recomendación de libro, en Un Tal Lucas, alguna película voladora, algún contacto electrónico. En fin, la dulce intermitencia.
PD: Me debés un JB y un pianito de Barney que toque canciones. Pero no quiero cualquier pianito, quiero ese que haga enojar a algún loco presumido y pretencioso, en un mundo de juguetes que despliegan su locura ante la tiranía de la falta de decisión de un jefe sin futuro de alguna juguetería de Colegiales.

1 comentario:

Maximiliano dijo...

CyC: ´Buenos Aires tiene el desconcierto de los lados´.. Linda frase, agregaría que es un placentero desconcierto. En ese recorrido, estan las caminatas. Es verdad, las mejores caminatas cuentan con bizarros y hasta esquizofrénicos personajes. Y se recuerdan solo si hay una personalizada escucha. Escucha Hablada o en silencio. Me alegro que haya sido una de esas donde no queres que venga jamás el colectivo de regreso.