28.9.07

Las fases de la imaginación

Me dibujan, me llaman y me crean. Me llenan de infancia, de inocencia, de sinceridad y de antiestética. Y en todo, aprendo lo inevitable de notar la diferencia entre el obrar y la pérdida de esa capacidad: la muerte. Me despintan y me convierto en un sinfín de insensibles formas virtuosas.

Sigan aplicando fórmulas simplistas...

Sigan en la indeterminación y en la evasión.

La vida cambia y mi discurso se proyecta en el viento, cambia las cosas, cambio yo misma pero no en potencia. Porque la potencia no genera otra cosa que potencia. El fracaso es lo que hace que un logro ilumine lugar y momento. En otras palabras, es la condición para la aventura. Lo intrasmisible. Mis colores que me dibujan, me llaman y me crean.

21.9.07

Cofre

Una hoja de otoño entre los árboles en silencio y yo me oculto en la ausencia de sonrisas.

Y mientras me sangran las manos por el sol, yo me dejo caer entre las horas, buscando perderme en el recuerdo de esa hoja que está por morir.

Ya seca, bailada, por el viento.

Y me siento...
...y se siente.

12.9.07

Venecitas de aire

La atmósfera del jardín me invita a parar un rato, a sentir el viento, a ser ingenua entre tanta violencia, a sentarme apoyando el cuerpo sobre las manos, a sentir el momento que danza con el viento, a cerrar los ojos, a ver cómo el calor derrite mi sueño, a dejar de coleccionar fechas, anécdotas, nombres, tus ojos, tus títulos, tus dones, tus tristezas o mi ideal de restitución emocional. Mi jardín me enseña a liberar el alma y qué maravilloso es el mundo en ese momento. Qué lindo es mi jardín. Amo mi jardín porque es el que me enseña las ganas de estar acostada, mordiendo el pasto hasta quedar verde, en un estado de completa liberación donde las flores abundaban. Me dan ganas de perderme, en tus ojos, en la combinación de toda suerte de colores, en el ritmo de una canción. ¡Siento el aroma de tantas flores! El efecto me deslumbra y no es transitorio. Cómo me gustaría verte y ver ante mis pies el pasto, alto y muy verde. Y yo me muevo con miedo, porque no quiero olvidar que colgamos de la primera plaza que veamos. En todo esto, algo me duele y siento cómo los ojos me tiran del pensamiento, cómo la tarde se muere en estrellas.

4.9.07

Sexta escencia

La suya era una charla de miradas: entre los dos se contaron miles de cuerpos y se narraron sonrisas sumergidas en su charla viva en el espacio. En él la luna vibraba de emoción. Mientras, ella se hacía la dormida escuchando cómo su cuento la acariciaba con el aliento y las palabras de sus ojos. Juntos escucharon las miradas dulces que expresaron lo que las palabras no supieron. Siempre en sus ojos, sin decir nada, susurrando infinitas historias que él disfrutaba contarle a ella. Y ella nunca cayó en la fatiga de escuchar sus cuentos de miradas recíprocas, sin espera, sin consuelo, sin pena. Juntos escucharon el cuento del viento sin saber dónde mirar. Solo se miraron a los ojos, ignorando guerras, teléfonos y cómo morir.