12.9.07

Venecitas de aire

La atmósfera del jardín me invita a parar un rato, a sentir el viento, a ser ingenua entre tanta violencia, a sentarme apoyando el cuerpo sobre las manos, a sentir el momento que danza con el viento, a cerrar los ojos, a ver cómo el calor derrite mi sueño, a dejar de coleccionar fechas, anécdotas, nombres, tus ojos, tus títulos, tus dones, tus tristezas o mi ideal de restitución emocional. Mi jardín me enseña a liberar el alma y qué maravilloso es el mundo en ese momento. Qué lindo es mi jardín. Amo mi jardín porque es el que me enseña las ganas de estar acostada, mordiendo el pasto hasta quedar verde, en un estado de completa liberación donde las flores abundaban. Me dan ganas de perderme, en tus ojos, en la combinación de toda suerte de colores, en el ritmo de una canción. ¡Siento el aroma de tantas flores! El efecto me deslumbra y no es transitorio. Cómo me gustaría verte y ver ante mis pies el pasto, alto y muy verde. Y yo me muevo con miedo, porque no quiero olvidar que colgamos de la primera plaza que veamos. En todo esto, algo me duele y siento cómo los ojos me tiran del pensamiento, cómo la tarde se muere en estrellas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Parte de tu introspección es el desafío y tu interior descubierto en una charla en algún aula vacía.
Que se repita.
Beso!