2.4.07

Flores muertas a tu imagen

Fue el haber encontrado nuestra copia de El hombre ilustrado lo que me llevó de nuevo a nuestra máxima complicidad. La lectura de tu dedicatoria y la inercia de la conciencia me sumergieron entre las líneas de aquel cuento que parodió a Edgar Allan Poe, ese cuento que me leíste cuando me prometiste un viaje a Londres.
Me acuerdo de ese momento como el instante que te provocó las ganas de probarme, probar mi compañía, probar al espacio que nos contenía. Solo con la mirada me invitaste a caminar y sin decir nada, solo nos importaron los elementos naturales, muy poco los humanos que podían llegar a desfilar por nuestro viaje. Cada segundo de esa compañía se hizo volátil y eso nos contuvo en una intimidad lejana y muda. Recuerdo eso. Recuerdo cómo los dos nos mirábamos y no nos podíamos dejar de ver.
Pero no recuerdo porqué te dejaste convencer por el canto de sirena de aquella ciudad de vida eléctrica que encontramos a medio viajar, en donde preferiste festejar la parafernalia de la cosificación por sobre nuestro mundo. No te fue difícil ir alejándote para acomodarte en esa ciudad que te consumió y convirtió en uno más de sus habitantes. Ahora también recuerdo cuando quebraste tu esencia y así adoptaste un vivir sin crear que te llevó al eterno reciclaje de viejos estilos. A partir de esto no hiciste más que faltarle el respeto a tu vanguardia, a mi transgresión. Ahí empecé a verte desde el otro lado de la ventana y te me hiciste inalcanzable. Ese fue tu salto a la ficción, un salto desde mi realidad.
Ahora recuerdo también que elegiste por el conformismo y la comodidad, y entonces fue inevitable verte repugnante. Fue tu festejo a la belleza del vicio, tu vulgaridad la que me hizo verte cada vez más repugnante. ¿Tan fácil te es matar a todos tus proyectos posibles? Con cada palabra vuelvo a sentir el giro que dio tu calor, de la acción a la envidia del erotismo de esa ciudad y de sus habitantes nacidos de los más bajos instintos de la danza de movimientos torpes de asociación entre sus cuerpos superficiales. Y así y todo te vendiste.
De a poco, todo para vos y para mí dejó de tener nuestro impulso. Obviamente esa fue la elección de tu estilo de vida, signado al tiempo de la moda y el consumo. ¿Cómo no darte paso a la vulgaridad con este planteo? ¿Cómo pudiste vender así tu espíritu de ruptura? ¿Cómo pudiste ver flores en ese ritual de vida vacía de manifestación plástica?
Esto me recuerda que nuestra escena fue siempre la misma: vos festejaste tu ciudad limpia de olores y destilaste alcohol en vez de lágrimas, mientras mi lápiz se desangraba con cada palabra pensada para vos... Será que solamente apelando al absurdo puedo romper con tu absurdo de realidad. O quizás no quiera hacerlo y en mi realidad, desde el principio, nunca viajamos juntos y vos solo buscaste tu lugar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

toda ruptura conlleva una herida.
vos sabes cual es tu escencia. que no desangre tu sentimentalismo.

Maximiliano dijo...

CyC: Muy lindo. Fue en realidad por esa ciudad de bajos instintos y eterna plasticidad? Mas bien tengo la sensacion que podría haber sido otro escenario geografico... pero la sensación se hubiera resumido en ese quiebre entre lo nuestro y lo ya no mas, en esa otredad entre lo tuyo y lo mio.