17.5.07

Elisa

Y esa fue la primera visita que realizó Elisa a aquel lugar más allá de los puentes, donde toda su utopía se fundió en una sonrisa. Elisa sabía atrapar momentos. Todos podían perderse en la mirada de Elisa, que hacía brillar cada centímetro tocado por su aura. Y si bien en esa estación de tren en donde estaba Elisa, la boletería agonizaba en pedazos de madera y los asientos apenas podían sostenerse en pie, ella se anclaba en el andén mostrando íntegramente su desnudez. Tan sola, Elisa. Y mientras ella miraba el el viejo reloj oxidado que marcaba apenas el sol de las cinco, su sonrisa emulaban una mueca de amargura. Nostálgica, Elisa. Así Elisa se dirigió hacia la vía del tren en donde dejó un ramo de margaritas. Quien pudiera soñar... Soñarla despierto con toda su alma. Incomprendida Elisa, ¿ves aquel árbol? A su alrededor brotaba la vida, brotaban las flores entre los raíles abandonados mientras el viejo reloj se dejaba acariciar por el viento. Elisa. Entre su nombre y la estación se extendía el olor a lavanda. Todos supieron perderse en su mirada, pero nadie probó el sabor de su dolor incierto. Elisa sonrió, se hizo utopía. Nadie entendió que esa muerte fue vida.

1 comentario:

Maximiliano dijo...

CyC: Pensandolo mas sociopoliticamente me imagino una estacion de tren del interior del pais en la decada del 90. Los discursos de reconocimiento siempre se nos pierden en las ramas, vos sabes! Hablando de lo literario, es realmente muy lindo como lo pintas. Me quedo con el principio "aquél lugar más alla de los puentes...". Y en este caso, el lugar más alla de los puentes no tanto como una huida, mas bien como un proyecto. Como cerras el relato: Mas vivir que morir.