6.7.07

A la búsqueda de un título. También. Que se ajuste al tiempo.

La garúa empezó a caer y ya había perdido demasiado tiempo sin dedicarme a pensar. Lo mismo que ayer y el día anterior y el anterior y el anterior, sintiendo siempre lo mismo: esta ciudad es muy chica, demasiado.
¿Dónde estas? Como si aún fuéramos promesa, como si todavía no hubieras vuelto. Como si nuevamente te invitase al recorrido y la abstracción de nuestra siempre presente competencia inocente e infantil.
¿Por qué no? Si nos encanta lo prohibido. Nos encanta la misma sensación de misterio de una mirada, un recuerdo, de esos días cuando la realidad nos pasaba por encima, de nosotros subidos a un tren hacia un destino que pensamos podía ser de una eterna primavera... Pero no. Es una mirada a esos días marcados de muchas ausencias que hoy siguen presentes. Y entonces les invento nombres, amores, paranoias, sufrimientos, miedos... todo un vértigo de sensaciones.
¿En dónde? En la plaza que deja de existir. En los ojos de la mente, que solo me hacen ver una nube gris, gris de ceniza y agua, llena de la misma pena.
¿Para qué? Sonriamos... Para alimentar esa manía absurda de relacionar objetos con personas, de otorgar características de un objeto a una persona. Porque ahí te encuentro. Ahí, en un rincón pero sin poder recordar de qué secuencia de insultos y caricias extasiadas venís.
¿Y qué sos? La tarde despintada o el agua donde se proyecta la imagen, ahora deforme por cada gota. Y entonces, donde hubo forma reconocible ahora tan sólo hay una figura apenas discernible, de expresión cortada, con las manos frías y la mirada perdida. Y entonces, acerco mi cabeza al agua pensando cómo cada centímetro de líquido te abraza la cara, hasta nublarte la vista.
Nada. No pueden controlar que mis ojos, ahora fundidos con mi reflejo, me miren con dulzura. No pueden prohibirme hablar de otros lugares donde viven mis propias extrañas y hermosas bestias.

1 comentario:

Anónimo dijo...

CUANDO QUIERA/s.